lunes, 8 de marzo de 2010

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Publicado en ABC (27 de febrero de 2010).

El presidente del Consejo

Cuando elaboramos el Tratado constitucional dedicamos muchas horas a debatir la conveniencia de crear o no una Presidencia permanente del Consejo europeo. Finalmente prevaleció la tesis de quienes defendíamos esa figura por razones de continuidad, visibilidad y eficacia. Pero como decía Edgard Faure, las instituciones son importantes pero de poco sirven si no se acierta con la designación de quien está al frente. La de Herman Van Rompuy como Presidente del Consejo europeo fue recibida con frialdad, algún medio lo tachó incluso de funcionario gris, olvidando que los funcionarios han sido esenciales en la formación y consolidación de los estados.

En este mes de febrero Van Rompuy se ha puesto a trabajar. Reaccionó con rapidez a la crisis económica convocando el 11 de febrero un Consejo informal que se saldó con un claro respaldo político a Grecia. Cambió los hábitos y celebró esta reunión en una biblioteca del centro de Bruselas desterrando a los ministros de asuntos exteriores, y en lugar de las habituales conclusiones de cincuenta páginas remitió a los presentes una sencilla carta con unas pocas ideas. El lenguaje de dicha carta era franco, directo, alejado de la incomprensible jerga comunitaria. El día 24 Van Rompuy se presentó ante el Parlamento Europeo. Utilizó varios idiomas con soltura, evitó el lenguaje corporal, rehuyó las frases grandilocuentes, no solemnizó las obviedades y dijo lo que tenía que decir en ocho minutos, sin divagaciones innecesarias. No buscó el aplauso fácil porque no es de los que dicen a cada audiencia lo que quiere escuchar ni afirma una cosa y la contraria en la misma frase. No le interesan los debates semánticos ni las vanas palabras que se lleva el viento, ese gran terrateniente, y «con voz lenta en gesto quieto» abogó por concentrarse en pocos temas y hacerlos bien. Demostró solvencia en las cuestiones institucionales, donde cuenta con la ayuda del siempre eficaz Richard Corbett. Tiene claro que en estos momentos los temas económicos tienen la prioridad y abrió una puerta a la esperanza en la trascendental regulación de la supervisión financiera europea donde José Manuel García-Margallo se esfuerza por unir visión y ambición con la complicidad de Antolín Sánchez Presedo en otra buena muestra de la colaboración PP-PSOE durante la Presidencia española.

Al día siguiente, en el Colegio de Europa de Brujas, el Presidente del Consejo europeo sintetizó el objetivo político de su Presidencia: el mantenimiento del modelo social europeo, la defensa de nuestros intereses y la proyección de nuestros valores. Mientras le escuchaba me acordé de aquellos que querían un Presidente del Consejo europeo que parara el tráfico en las calles de Pekín o Nueva York. Que quieren que les diga... yo prefiero a alguien que tenga la cabeza bien puesta sobre los hombros.

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