La respuesta europea a la crisis está siendo errática, confusa y poco consistente. Cada uno dice lo que se le ocurre y cambia de opinión al día siguiente sin dar ninguna explicación.
El Banco Central Europeo, que antaño era un sanedrín más hermético que los concilios vaticanos, es ahora, desde que estalló la crisis, una jaula de grillos.
Basta que Jean-Claude Trichet se muestre partidario de mantener, durante un cierto tiempo, la barra libre para los bancos con dificultades, o que anuncie su disposición a seguir comprando deuda soberana para mantener la estabilidad de los mercados, para que Jürgen Stark, un alemán que forma parte del comité ejecutivo del Banco, o Axel Weber, el presidente del Bundesbank, digan exactamente lo contrario.
Basta que Barroso diga que quiere que el mecanismo permanente de resolución de crisis tenga carácter europeo, para que el Consejo se apresure a dejar claro que ni la Comisión ni el Parlamento tendrán nada que decir. Vamos, que el mecanismo de Barroso de europeo lo único tendrá es la sede, que al parecer estará en Luxemburgo y no en las IslasCaimán
El último motivo de discordia son los eurobonos: obligaciones emitidas conjuntamente por los países del euro para financiar entre todos una parte razonable de la deuda pública de cada país sin poner en peligro las finanzas nacionales ni las europeas.
Estos títulos, conocidos en la jerga comunitaria como bonos azules, gozarían de las máximas calificaciones crediticias, la famosa triple A que la deuda española ha perdido. Los bonos azules se pagarían antes que cualquier otra obligación (deuda senior) y, en consecuencia, se emitirían a un tipo de interés muy competitivo. Por el contrario, la parte de la deuda soberana de cada país que no fuese cubierta por los bonos azules lo sería mediante la emisión de títulos nacionales por cada uno de los países de la zona euro (bonos rojos), que se pagarían después de haberse pagado los azules y, en consecuencia, su coste sería casi prohibitivo. Más o menos lo que pasa con las hipotecas en Estados Unidos: préstamos a tipo normal para los clientes solventes (prime), y a tipos disparatados para los menos solventes (subprime).
La idea fue lanzada por Jean Claude Juncker, el presidente del Eurogrupo, y por GiulioTremonti, el ministro de Hacienda italiano. Merkel reaccionó como una pantera.
Por su parte, la OCDE, Frank-Walter Steinmeier, el ex ministro de Asuntos Exteriores y actual líder de la socialdemocracia alemana, y Peer Steinbrück, ex ministro de Hacienda alemán, han terciado en el debate a favor de los eurobonos. Lo mismo ha hecho el multimillonario George Soros, que no sé si será de izquierdas, pero que desde luego no tiene problemas para llegar a fin de mes.
Mientras tanto, el último Consejo Europeo ha dicho que nones y el Parlamento ha decidido seguir adelante con la copla, lo que augura que el debate no está ni mucho menos muerto, aunque los eurodiputados del partido de Merkel están dispuestos a hacer lo posible y lo imposible para abortarlo.
Y es que los contribuyentes alemanes se desayunan cada mañana con periódicos sensacionalistas que les asustan diciendo que los eurobonos les van a obligar a pagar por las extravagancias de los países periféricos -Grecia, Irlanda, Portugal y España- en los que la gente trabaja menos, goza de prestaciones sociales más generosas y se jubila antes que ellos.
Los eurodiputados alemanes no se creen estas historias simplistas, pero sí temen que el coste de los eurobonos sea más alto que el que habría que pagar por el bono alemán.
Es posible que a corto plazo tengan razón, porque el interés a pagar por un bono español a diez años está en el 5,53 por ciento y el del griego en el 11,59 por ciento, mientras que el del alemán no pasa del 3,04 por ciento.
Motivos infundados
Pero hay varias razones por las que creo que, a largo plazo, los temores de los eurodiputados alemanes no están fundados.
En primer lugar, porque antes incluso de que nos pongamos de acuerdo sobre los eurobonos se habrá aprobado una reforma del Pacto de Estabilidad que permitirá controlar mucho mejor que ahora las extravagancias presupuestarias de los países del euro.
Además, estamos discutiendo disposiciones muy concretas para forzar a los países del euro a abordar las reformas necesarias para mejorar su competitividad.
Es obvio que cuando un país está embarcado en un proceso de modernización de su economía lo que procede es transfundirle sangre y no chupársela como los vampiros medievales.
Los eurobonos permiten conseguir simultáneamente los dos objetivos en que se resume la ortodoxia económica: una financiación razonable para los países con bajos niveles de deuda y una carísima para los que se salten las reglas.
Un auténtico huevo de Colón especialmente atractivo para los que creemos que ésta es una buena ocasión para avanzar en el proceso de la construcción europea.
Tesoro común
La emisión de los eurobonos, su colocación entre los inversores de dentro y de fuera de la Unión y la adjudicación de los recursos obtenidos entre los países del euro obligarían a crear una especie de Departamento del Tesoro que supondría un paso más en el diseño de una arquitectura europea más integrada.
Además, los eurobonos darán un empujoncito más al euro como moneda internacional porque serán el detonante necesario para la creaciónde un mercado de obligaciones europeo que, según los cálculos más conservadores, sería cinco veces el alemán y casi tan grande como el americano.
Los viejos textos de Economía dicen que la gracia de una moneda depende de la importancia de quién la emite, de su papel en el mundo, de su estabilidad, y esto es lo que me importa, de la existencia de mercados financieros bien desarrollados.
Como español, el sistema me resulta aún más atractivo y no acierto a comprender las reticencias de algunos compatriotas. Los eurobonos son buenos para la Unión y para casi todos los países del euro, pero lo son especialmente para nosotros.
Los expertos que trabajan para la organización Bruegel, una task force marcadamente europeísta, consideran que los países más pequeños y con un mercado de bonos soberanos menos líquido (Austria y Luxemburgo) serían más beneficiados que los más grandes (Francia o Alemania), aunque éstos también estarían mejor que ahora.
Consideran también que los países en los que la relación deuda pública/PIB es más alta tendrán que esforzarse más que otros (Finlandia o Países Bajos) para abaratar el costo de sus bonos rojos y ganarse la confianza de los mercados.
Estiman, finalmente, que aquellos estados que están cerca de un rescate serán los que más beneficios saquen de los bonos azules.
Y España es un país intermedio con un mercado de bonos mediano, con una relación de deuda pública relativamente buena y candidato al rescate en casi todos los periódicos económicos.
Para nosotros, por lo tanto, los eurobonos pueden ser un buen regalo de Reyes, y aunque el Gobierno de Zapatero no merece otra cosa que carbón, es obvio que el resto de los españoles no nos merecemos quedarnos sin regalo.
Post Scriptum. El Gobierno español ha ido al Consejo Europeo con tres pretensiones que comparto: la ampliación del actual Fondo de Rescate; su flexibilización para poder atender a países que están en dificultades pero todavía tienen la cabeza por encima del agua, y los eurobonos.
No las plantearon en el Consejo de Ministros de Economía para que no se interpretase que necesitamos un rescate. El presidente del Gobierno las expuso cuando ya no había tiempo de explicarlas ni de ganar aliados.
Ésa es, exactamente, la forma de no conseguir nada en Europa y me preocupa enormemente que sigamos actuando de la misma manera, porque ahora nos toca debatir las perspectivas financieras para los próximos años y si lo hacemos mal, lo pagaremos todos los españoles, especialmente los agricultores y las regiones menos desarrolladas.
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