La crisis que hoy vivimos no se parece a ninguna de las crisis anteriores. El fuego ha empezado en el sector financiero y en el corazón del imperio. Como es bien sabido, los bancos americanos se empezaron a pelear por obtener cada día mayores rentabilidades y eso les empujó a conceder los llamados préstamos NINJA. Prestamos concedidos a personas sin rentas (no income), sin trabajos (no jobs) y sin activos (no assets).
La crisis no hubiese pasado de ser una crisis local si no fuese porque vivimos en un mundo globalizado. Cuando Nueva York se constipa, estornuda todo el planeta. Los créditos hipotecarios se "titularizaron" y se propagaron por todos los mercados. La cosa fue muy bien hasta que los intereses empezaron a subir y los activos inmobiliarios a bajar. Entonces empezaron los problemas en todos los mercados. Nadie sabía quién tenía qué y los bancos empezaron a no dar ni los buenos días.
Cuando las cosas se pusieron muy feas los Bancos Centrales se vieron obligados a tomar cartas en el asunto para intentar controlar un pánico que podría paralizar los mercados. Los fallos del mercado han obligado a los poderes públicos a intervenir de forma masiva. Reducciones de los tipos de interés en EE.UU, inyecciones de capital en todas partes y operaciones de rescate de las entidades financieras en riesgo siempre que fuesen lo suficientemente grandes. La insolvencia de un pequeño banco local no preocupa a nadie; la de un gran banco con millones de depositantes sí.
No es extraño que la ciudadanía se pregunte si tiene demasiado sentido el hecho de que las entidades financieras paguen dividendos formidables y altas remuneraciones a sus ejecutivos en épocas de vacas gordas y que sean los contribuyentes los que corran con los gastos cuando las cosas se tuercen. Eso es lo que se llama el dilema moral que nos recuerda los miles de e-mails que recibimos a diario.
Con este telón de fondo es perfectamente comprensible que todo el mundo coincida en que algo hay que hacer aunque nadie parezca saber muy bien qué. Pero si sabemos muchas cosas, entre otras, que ha habido un exceso de liquidez en los mercados, que la Reserva Federal se embarcó en una política expansionista sin precedentes, que se ha abusado del endeudamiento y que la regulación de las entidades financieras ha sido bastante deficiente. Sabemos, sobre todo, que los supervisores nacionales no han sido capaces de prevenir una crisis que se veía venir desde hacia tiempo.
Cuando salgamos de esta, hay que ponerse manos a la obra para que esto no se vuelva a repetir. Lo que hay que hacer es poner la economía financiera al servicio de la economía real y no al revés como ha ocurrido en estos años, y para eso hay que gobernar la globalización financiera y no limitarse a contemplar pasivamente como discurren los hechos. Lo que toca es implantar un cierto orden inspirado en tres principios cardinales: ética, responsabilidad y transparencia. Transparencia en las instituciones en los productos y en los mercados. Lo que viene es un capitalismo mucho más responsable, más regulado, más permeado por esa escuela de pensamiento que llamamos la economía social de mercado. Eso es exactamente lo que dice el Tratado de Lisboa.
En este contexto, el control y la supervisión financiera han cobrado un protagonismo inusitado en los últimos años. La Comisión Europea ha propuesto mejorar el marco europeo de Supervisión financiera sustentándolo en dos pilares: un Consejo Europeo de Riesgo Sistémico (CERS) que vigilará las amenazas potenciales que para la estabilidad financiera se deriven de la evolución macroeconómica y de la evolución del sistema financiero en su conjunto y un Sistema Europeo de Supervisores Financieros (SESF), consistente en una potente red de supervisores financieros nacionales que trabajen en tándem con las nuevas Autoridades Europeas de Supervisión, a fin de salvaguardar la solidez financiera de las empresas financieras individuales y de proteger a los consumidores de servicios financieros.
- Antecedentes parlamentarios.
- Informes de expertos.
- Comunicaciones de la Comisión.
- Propuestas de reglamento de la Comisión.
- Informes Parlamentarios.
- Compromiso del Consejo sobre la Autoridad Bancaria Europea.
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